viernes, 18 de septiembre de 2009

Se espera del maestro


A pesar de los pesares, ahí está el grupo de clase -o el colegio entero, si eres especialista-; llegan las nueve de la mañana, y más o menos se van sentando, hasta que uno de ellos pasa lista, sube las persianas y tacha el día de ayer del calendario... En fin, todo comienza. Y ahí empieza a cocerse todo: ¡cuántas cosas se hallan entrecruzadas en ese momento! Tantas que si uno trata de ser consciente pronto se marea: expectativas, viejas rencillas latentes, afectos, sueño, dolores de barriga, madres protectoras que entienden mal la necesidad de sus hijos por emanciparse y empezar a afrontar el mundo de las relaciones sociales, madres despreocupadas que pasan de lo que pasa, dificultades para entender la diferencia entre decenas y centenas... (los maestros inquietos saben que podría seguir hasta el infinito).

ME centro un poco y creo que aún se espera mucho del maestro, del buen maestro, del que se eleva sobre la mediocridad y lucha por una sociedad mejor. Hay que seguir en la brecha.

2 comentarios:

Mónica dijo...

Sí, se espera demasiado del maestro, se espera que eduque solo, sin ninguna base, sin ayuda de nadie, sin apouo, sin autoridad, que inculque una buena cultura, un buen aprendizaje, unos buenos valores,( estos no para todos son los mismos..., claro ), que fomente la creatividad, que no frustre a los niños y sepa interpretar psicológicamente por qué actua como actua cada uno, no sea que de mayor le hayamos cortado las alas..., se espera todo en nuna sociedad que NO DA NADA. Me encanta ser maestra, pero no en esta sociedad..., he perdido la ilusión, el ánimo, la esperanza, ese "no se qué" que me hacía pensar que valía la pena lo que hacía..., ya no lo tengo tan claro...

Pedro Cubero Villalba dijo...

Hay un punto de santa locura en quien decide un día hacerse maestro. Nadie ignora que hay una generosidad inscrita en la misión educadora que supone ponerse delante de una sociedad para cumplir una misión sagrada: preparar su futuro. Pero no somos todopoderosos, ni tan siquiera infalibles. Solo somos personas, llenas de claroscuros, pero capaces de elevarnos de nuestras miserias y emitir algo del brillo que se depositó en nosotros un día. Como dice un cantar de Pedro Guerra: aunque hoy ha llovido, camisas al sol. Mónica, yo hoy soy el que se arroga la potestad de poder agradecerte en nombre de los ingratos que no se dan cuenta todo lo que hiciste, haces y harás en tu trabajo. Casi siempre tus méritos dejarán pequeñas las muestras de reconocimiento. Recuerda que nosotros sembramos.