viernes, 4 de diciembre de 2009

Aristóteles vs. Rousseau.



La filosofía y la tiza tienen más relación que la que tienen en el Bachiller y en la Facultad cuando se explica Historia de la Filosofía. Tras cada uno de los grandes planteamientos y de las pequeñas acciones hay una forma de entender al hombre y del modo más apropiado de desarrollar sus potencialidades o de ayudarlo a escoger con sabiduría...

He leído un artículo muy interesante que deseo destacar, y que si interesa, se puede seguir leyendo en el enlace. Es de un tal Alfonso Aguiló, un tipo con ideas...

Hace casi veinticinco siglos, Aristóteles recomendaba una serie de directrices para la educación moral de los niños, pues de otro modo acabarían convirtiéndose en seres rebeldes e incivilizados. Comparaba esa educación ética con el entrenamiento físico, y explicaba que igual que nos volvemos fuertes y diestros al hacer cosas que requieren fuerza y destreza, también nos volvemos buenos al practicar acciones buenas.

Habituarse a un buen comportamiento nos hace ser buenos, y entonces estamos entonces en mejores condiciones de entender las ventajas y las razones de la bondad moral. Ese buen obrar moral sirve de entrenamiento para lograr el control sobre las inercias y malas inclinaciones de nuestra naturaleza y nos hace así seres humanos libres y capaces.


Como ha señalado Christina Hoff Sommers, estos principios morales fueron incuestionables durante siglos a través de la mayor parte de la historia de Occidente, hasta la entrada en escena del filósofo y pedagogo ilustrado Jean-Jacques Rousseau: "Cuando me imagino -escribía el pensador francés- a un niño de diez o doce años, sano, fuerte y bien desarrollado, sólo nacen en mí pensamientos agradables. Lo veo brillante, vehemente, vigoroso, despreocupado, absorto en el presente, regocijándose en su vitalidad. El único hábito que se le debería permitir adquirir es el no contraer ninguno, prepararlo para el reinado de la libertad y ejercicio de sus posibilidades..."

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